Desde esta plataforma se debería fomentar el hábito de degustar productos artesanales de la tierra cuando por fin se encuentra el dolmen. Pero no es el caso, ya que la promoción de las almendras de Ujué, las escudellas de la Cerdanya, el mencía del Courel, o el queixo de Évora, será una consecuencia de conocer la comarca que rodea al megalito.
Lo que sí se pretende desde este capítulo, es hacer notar la importancia de la gastronomía como elemento cultural diferenciador, y la gastronomía rural tradicional o casera, como motor, junto a los alojamientos rurales, del ecoturismo de interior.
De boca a oído se van transmitiendo enseñanzas varias de generación en generación. Pues bien, los restaurantes que se recopilan en las fichas de cada dolmen, son el jugo de esa sabia elección popular. Las mejores degustaciones de platos y caldos típicos locales, afortunadamente, se asientan en la memoria a largo plazo, casi a perpetuidad.
Si la búsqueda y encuentro de un megalito es culminado con un regusto de cocido montañés o el de un bacallau a brás, seguramente las ilustres piedras se recuerden de una forma aún más grata en el futuro.
Pero sin embargo, la injusticia existe, ya que la ingesta en cualquiera de los restaurantes recomendados en esta obra, seguida de una tortuosa aproximación a un menhir, que además puede resultar infructuosa, termina normalmente en una lastimosa invocación al autor de esta guía ilustrada.