Consecuencias sociales del megatilismo
El megalito, tras su construcción, pasa a convertirse en una inconsciente forma de apropiación del territorio por parte del grupo, y los antepasados sepultados allí, eran los que garantizan la permanencia en él.
El exponente más claro de esta tesis es el sepulcro de corredor. A su carácter colectivo e intención de perdurar durante generaciones, hay que unir que en la cámara solían abundar elementos simbolistas (pinturas y grabados), y en el corredor se colocaban ídolos u ofrendas para los antepasados inhumados en el dolmen.
Ello supone la existencia de ritos y oficiantes de ceremonias que, de una forma figurada, unían el mundo de los vivos y de los muertos. No hace falta decir más sobre la importancia que estos personajes iban a ir adquiriendo en la comunidad con el paso del tiempo.
A las consecuencias religiosas que se derivan de esta reflexión hay que añadir los aspectos políticos que implica. El dolmen necesitaba de una dirección de obra que coordinase la labor de individuos de grupos dispersos, y esos arquitectos-sacerdotes, tanto por conocimiento como por ejecución, ostentaban el poder de forma clara.
Desconocemos si dicho liderazgo generó una casta de constructores de megalitos, o bien sólo se solicitaba fuerza bruta en momentos puntuales; lo que sí parece cierto es que esta especialización generó el primer atisbo de jerarquización social, con sus consabidos desarrollos bélicos externos e internos (luchas por el poder).
El devenir del Neolítico, con una mejora de los procesos productivos, con la revolución tecnológica y la llegada de nuevas ideas, provocó la definitiva jerarquización de la organización social. Los conflictos generaron la necesidad de elementos de afirmación social, y en la historia reciente del grupo no había nada mejor para ello que la construcción de dólmenes, ya que ésta fraguaba el sentimiento de comunidad, daba a los líderes una situación de privilegio, y marcaba la diferencia, tanto territorial como ideológica, respecto al resto del mundo.
A las consecuencias religiosas y políticas de la generación de túmulos, hay que unir la revolución económica que supuso. El modelo basado en tala y quema del bosque, completada con recolección, ganadería, caza y pesca, cubría los niveles de subsistencia, y generaba un excedente que, en este caso, iba a parar a la construcción del megalito y al intercambio sistemático de objetos valiosos, que se colocaban como ajuar u ofrenda a los muertos.
La generalización de estos intercambios creó las primeras rutas comerciales, que con los siglos, se convertirían en la infraestructura comercial por la que los metales fluyeron y se consolidaron en occidente.