Aunque la República Portuguesa es un país de mediana extensión (92.082 kilómetros cuadrados), toda su área continental fue colonizada por el fenómeno megalítico en la Antigüedad. El número de megalitos existente supera los dos mil ejemplares, lo que demuestra la importancia del megalitismo luso.
Además, los dólmenes portugueses se encuentran, en líneas generales, mejor conservados que los españoles. Ello explica que en esta guía un tercio de los megalitos que se exhiben sean del país vecino.
A todo ello hay que unir un nuevo elemento diferenciador respecto a los monumentos españoles. En Portugal se generó uno de los focos de origen del megalitismo mundial. Ello quiere decir que a la novedad de muchas de sus expresiones, hay que unir la datación de los mismos, ya que hay construcciones de piedra de más de seis mil años de antigüedad. Lo que significa, en otras palabras, que la monumentalidad de los dólmenes lusos viene acompañada por el hecho de ser, en muchos casos las construcciones humanas más antiguas que se conserva en Occidente.
Las dos grandes corrientes del megalitismo ibérico se desarrollaron también en Portugal. La primera, por que su génesis se dió en este país, más concretamente en Tras Os Montes y en las Beiras. La orientalizante o almeriense se difundió desde Andalucía, y tuvo un gran esplendor en la Edad del Cobre en el Algarve y en el valle del Tajo.
Como una muestra más de la importancia del megalitismo en Portugal, cabe reflejar las siguientes referencias topográficas derivadas del fenómeno, y que como se ve, trascendió a todo el territorio:
Mucho se puede comentar de los atractivos turísticos de la nación portuguesa, pero en esta guía se hace hincapié en varios aspectos, ya comentados para otras regiones españolas. El primero es que la dispersión de monumentos por todo el país va a permitir describir localizaciones, alojamientos y restaurantes de todo el Portugal continental. El segundo es la altísima concentración de megalitos en el norte, Beiras y Alentejo, y que va a permitir una aproximación a las regiones más olvidadas, y por ende, de mayor valor ecoturístico. El tercero es incitar al lector de esta obra a que conozca y trate a los habitantes de dichas áreas, ya que así podremos descubrir las cosas que en común poseemos. El cuarto y último es general a toda la guía: conocer la gastronomía local nos va a sorprender una vez más, ya que a la calidad de los platos se une una originalidad poco exportada.
En este capítulo hemos tomado la licencia de agrupar las regiones beiranas (Alta, Baixa y Litoral) en una sola región, y lo mismo se ha realizado con las alentejanas (Alta, Media y Baixa). Ello se ha hecho para realzar ambas zonas en un plano arqueológico, dada la importancia de sus monumentos.