Ubicaciones y emplazamientos de los megalitos
El hombre del Neolítico puso el megalito donde quiso, basándose inicialmente en la creencia de que el lugar elegido poseía entidad para ser considerado sagrado durante generaciones. O sea, lo denominado por especialistas alternativos como un “lugar energético”.
Pero, al mismo tiempo, existieron otros dos grandes motivos realistas para escoger la ubicación. El primero era la proximidad a su hábitat o lugar de residencia, ya que la muerte, aun inesperada, suele alcanzarle a uno (como bien saben los estadísticos) allí donde vive. El segundo es la cercanía o fácil acceso de la piedra al lugar elegido, ya que con muy contadas excepciones, en la Península Ibérica se minimizaban los esfuerzos superfluos.
Varios son los estudios que han inventariado los lugares seleccionados para la colocación de túmulos megalíticos por parte de los sacerdotes-arquitectos que en el Neolítico poseían dicha responsabilidad.
Cada zona geográfica determinada suele poseer un sitio relevante en el territorio que la compone, y los llanos (Salamanca) o los páramos (Burgos) no facilitan la elección. Sin embargo, la campiña (Extremadura y Alentejo) ofrece numerosas colinas, y cualquiera de ellas puede ser un lugar idóneo.
La generalización no facilita la percepción científica de una descripción, pero en este caso, como en tantos otros, hay que recurrir a ella para transmitir información sobre miles de ejemplares dolménicos. Los megalitos abundan en zonas de media montaña. En esa media montaña (Sierras de Galicia, Montes Portugueses, Prepirineo, Montes Vascos), las estructuras tumulares y los menhires se suelen encontrar próximos a pasos o sendas de ganado. También hay monumentos en las altas cordilleras, especialmente cámaras pirenáicas y cistas tardías, cuya ubicación está también vinculada a los movimientos de ganado en caminos o puertos de montaña.
En el Ampurdán (Cataluña), los estudios de elección de asentamiento de megalitos muestran que al menos el 80 % de los dólmenes catalogados se encuentran en el camino del valle a las cumbres, estando más de la mitad en altos, y el resto en lugares destacados de las laderas.
Caso opuesto es el de la segunda gran línea de megalitos existente en la Península: los tholos. Estas estructuras de falsa cúpula, como también se ha comentado, están vinculados a una cultura posterior, supuestamente oriental, y condicionadas a poblados que ya trabajaban el cobre. Los tholoi suelen estar agrupados en necrópolis cerca de dichos poblados protegidos por colinas en áreas no muy alejadas del mar: Los Millares y Almizcaraque (Almería), El Capitán (Murcia), Alcalar (Algarve), Zambujal y San Pedro (Estremadura). También existen tholoi aislados en zonas meridionales de España y Portugal, pero no se solían construir en montaña. Es más, su ubicación más tradicional es el valle o llanuras anexas: Turiñuelo en Jerez de los Caballeros (Badajoz), Matarrubilla (Sevilla), y El Moro en Niebla (Huelva).
Los menhires poseen una personalidad propia. Aunque suelen situarse en zonas de alta densidad dolménica, la elección de su lugar de implantación se debía al interés de que destacasen y fueran visibles en el área circundante.